Cada vez es más común conocer solteros algo mayorcitos que todavía no han salido de la casa paterna. En México se estima que dos de cada cuatro […]
Cada vez es más común conocer solteros algo mayorcitos que todavía no han salido de la casa paterna. En México se estima que dos de cada cuatro jóvenes adultos entre los 25 y los 40 años no se han independizado y viven como hijos e hijas de casa, bajo el mismo techo que en sus años de adolescencia.
Son muy diversas las dinámicas entre los treintañeros y sus padres cuando conviven en el mismo espacio. Hay algunos casos en donde la independencia entre ellos está prácticamente dada porque cada quien cubre sus gastos, atiende sus necesidades y afronta sus problemas, así que es como si vivieran en distintos lugares; aunque también hay otros ejemplos en los que parece que el tiempo no ha pasado y la mamá y el papá siguen teniendo la actitud de proveedores y hasta protectores de sus pequeñines de 30 años.
Quiero, pero no puedo
De acuerdo con el psicólogo Ricardo Trujillo, la principal razón por la que muchos adultos hechos y derechos aplazan la mudanza del nido familiar es de carácter económico, ya que las oportunidades que el mundo ofrece hoy para desarrollarse profesionalmente y hacerse de un patrimonio propio son mucho menores que las que tuvieron las generaciones previas, así que como una gran cantidad de treintañeros no tienen suficiente poder adquisitivo para vivir solos y comenzar a ser adultos, una etapa parecida a la adolescencia se puede prolongar indefinidamente.
En este caso la decisión de permanecer en el hogar paterno casi nunca es voluntaria, obedece a las circunstancias en las que se encuentra la hija o el hijo en ese momento, por lo que cuando se dan las condiciones propicias para que se pueda independizar, no lo piensa dos veces y hace sus maletas a la velocidad de la luz.
Puedo, pero no quiero
La imposibilidad económica no es la única razón por la que los adultos mayores de 30 prefieren permanecer en el hogar familiar, también se dan casos en los que personas laboralmente exitosas que podría valerse por sí mismas sin ningún problema y que tendrían un estilo de vida similar si vivieran solas, se quedan en casa de sus padres como si rechazaran la independencia.
La explicación de este comportamiento tiene que ver con un cambio que se ha dado en los últimos 40 años en la manera en que interactúan las familias. Las generaciones más recientes viven un nuevo contexto donde la educación de los padres ha dejado de ser autoritaria y rígida. Podría decirse que la dinámica familiar ya no tiene como prioridad la opinión de los papás sino que gira alrededor de lo que los hijos desean, apunta el psicólogo Juan Pablo Arredondo.
Este modo de interactuar hace que aún después de rebasar los 30 años muchos adultos vivan en la casa paterna por el simple hecho de que se encuentran comodísimos en esa situación, y obviamente les cuesta trabajo renunciar a un estilo de vida que les propociona todo lo que necesitan y les permite gastar el dinero que ganan en ellos mismos sin tener que preocuparse por la renta, la luz o el teléfono. En casos extremos los papás incluso les hacen de comer, les lavan la ropa y hasta les tienden la cama.
Arredondo explica
“Hay una premisa en psicología que dice que nadie que está suficientemente cómodo se mueve. Tú puedes ver a una persona que comienza a pensar en salirse de casa de sus papás cuando empieza a estar incómoda, cuando no la dejan hacer determinadas cosas, cuando le checan la hora de llegada, ahí es cuando empiezan a intentar independizarse, antes no”.
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