Muchas veces nos hemos encontrado pensando que la relación que llevamos con nuestra madre realmente no es la que quisiéramos. Pero ¿qué se puede hacer? De manera […]
Muchas veces nos hemos encontrado pensando que la relación que llevamos con nuestra madre realmente no es la que quisiéramos. Pero ¿qué se puede hacer?
De manera continua y común, tanto adultos como adolescentes suelen tener problemas directamente con los padres, específicamente con su madre. Muchas veces esto lega a suceder porque la forma en que los niños pequeños se relacionan con los padres es frecuentemente de forma sumisa.
Si en esta relación han existido los límites y la convivencia a base de respeto y amor, los niños siguen las indicaciones de sus padres, sin cuestionar ni razonar, ya que confían en el juicio de aquellos que los protegen y les quieren.
Pero al llegar a la adolescencia, las personas comienzan a cuestionar las diferentes explicaciones que se le han proporcionado acerca de cómo funciona el mundo, crean sus propias opiniones y formas de pensar.
Por eso desde la adolescencia se produce este especie de choque con lo aprendido en la infancia; es por ello que los adolescentes suelen tener continuamente discusiones con los padres, para romper con lo enseñado y permitirse razonar sobre el mundo y sus situaciones. Con esto presente, es lógico pensar que la parte más afectada por este conflicto sea la madre, quien busca proteger y cuidar a sus hijos; no obstante, en esta etapa, el adolescente quiere probar y experimentar por cuenta propia y deja de buscar la opinión de su madre, lo que provoca diferentes “choques” entre madres e hijos.
Los conflictos que se presentan llevan a que en la adultez, las personas tengan una opinión definida y ahora se preparan para ser padres, generando un nuevo reto ¿qué tipo de padres serán? Lo que lleva a criticar la forma de crianza de sus respectivos padres, diciendo “yo no haré esto” o “seré mejor, porque haré esto”. Sin embargo, existen madres, que intentan enseñar a sus hijos y no les dejan experimentar por ellos mismos.
Esto es natural, la madre amorosa y preocupada, buscará enseñar a sus hijos la manera en que ella considera deben ser las cosas; para ello, los hijos deben tener suficiente paciencia para entender que las madres sólo buscan ayudar y que, en ciertas ocasiones, pueden llegar a ser invasivas sin quererlo dentro de las vivencias de sus hijos, y siempre recordar que nadie nace siendo padre y es un proceso de aprendizaje con cada hijo (puesto que cada uno es diferente); las madres hacen lo que creen que es mejor a pesar de que en ciertas ocasiones no es la mejor opción.
A su vez, las madres deben aprender y entender, que parte de la vida es equivocarse, los errores que se cometen en la juventud llegan a ser, a la larga, las formas en que se van adquiriendo experiencias.
No se debe intentar hacer de los hijos un reflejo de uno mismo, se les debe permitir equivocarse; pero amorosamente mostrarles que uno siempre se encuentra en la disposición de ayudarles si lo necesitan.
Firma:
Psic. Antonio Galván Duque Gastélum
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