Dice el refrán que “Quien bien te quiere, te hará sufrir”. Y tú querido 2015… ¡seguramente me amas! Porque creo que se te fue la mano. Esta […]
Dice el refrán que “Quien bien te quiere, te hará sufrir”. Y tú querido 2015… ¡seguramente me amas! Porque creo que se te fue la mano. Esta es mi carta para el 2015.
El dicho popular “quien bien te quiere, te hará sufrir”, como la mayoría de los refranes, encierra cierta verdad. Y es que cómo me sacudiste, me metiste el pie y me empujaste, fuiste espectador en primera fila de cada una de mis caídas mientras ejecutaba mis “perfectos” planes. Por eso, escribo esta carta para el 2015, como agradecimiento.
Por momentos parecía que todo me salía mal, hasta pensé que alguien me estaba haciendo un trabajito, de esos de brujería, pensé en hacerme una limpia con hierbas por el cuerpo o de plano volverme religioso de ocasión. ¿De cuál? De la que fuera. Ya no veía lo duro sino lo tupido.
Y es que no te pasaste sólo conmigo, sino que te portaste igual de rudo con mucha gente que quiero. Entonces imagina que mientras me levantaba de la caída, no sabía si sobarme o levantar a mis amigos y confortarlos o… sobar a las guapas que me pusiste en el camino. Parece que te divierte ponerme en esas disyuntivas.
Porque podrás haber sido todo lo malo, pero nunca me dejaste mal acompañado. Gracias por eso. Así que entre la buena compañía, mis raspones y los de la gente que quiero, me tuve qué dividir en muchas partes para hacer un poco de todo. Y seguir, porque a la vida no se le puede poner pausa, eso lo aprendí este año. Y es por que te agradezco, porque el refrán tenía razón, “quien bien te quiere te hará sufrir” es real… me quieres bien y me hiciste sufrir.
Pero aprendí muchas cosas, aprendí a valorar a la gente que me tendió la mano en los momentos más duros, a distinguir un beso sincero, a amar con todas mis fuerzas lo que tengo y no desperdiciar energía en lo que es incierto y no lamentar más de tres días lo que ya no está.
Como siempre digo, lo que llega es por algo y lo que se va también.
Te llevaste gente de mi vida, a algunos los voy a extrañar (no a todos) y sé que te los llevaste porque se había cumplido nuestro ciclo, siempre los voy a recordar con cariño y me quedo con los buenos momentos. Y no me dejaste solo, te agradezco porque me trajiste gente increíble, gente fuera de serie que ya son parte de mi historia y espero que tu colega, el 2016, me deje mantenerlos un poco más.
Sabes 2015… Nunca te voy a olvidar, pero espero que no vuelvas. Lo digo sin rencor, pero lo digo en serio. No regreses. Con una vez fue suficiente.
Además, perdería la gracia si vuelves porque ya sabes: nada te mata, sólo te hace más fuerte. Y así fue, fuiste un gran maestro, pero ya sé tus trucos y tus mañas, sólo sería más fácil esta vez y pasarías sin pena ni gloria. Pero vete satisfecho, me enseñaste bien, por eso decidí escribir esta carta para el 2015, para que sepas que dentro de todo te estoy agradecido.
Cuando vayas de salida y veas entrar al 2016 déjame encargado con él, pero en el buen sentido, sabes que fui buen alumno y aguanté vara, dile que no me cargue la mano sólo porque sí.
Pero dile por favor, que no deje de sorprenderme, que no quiero que sea un año aburrido y solemne. Si tiene que enseñarme algo, bueno pues aprenderemos. Pero pídele también que no deje de traerme gente interesante a mi vida, nuevos retos y que no se lleve eso que hoy me da alegría y me hace sentir vivo.
El otro día con mis amigos brindaba y les decía que un día estaremos muertos, un día… pero todos los demás no. Y hoy querido 2015, es uno de esos días en los que estoy vivo, más vivo que nunca. En parte por lo que aprendí, por lo que perdí, por lo que encontré, por lo que me enseñaste y en parte me siento renovado porque sé que ya te vas y eso es un buen pretexto para volver a empezar.
Bienvenido 2016, de una vez te advierto que te vas a encontrar con la mejor versión de nosotros… mucha suerte. Feliz año a todos, a todas y gracias por estar aquí por hacerme su cómplice un año más. Así las cosas.
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