Contrario a lo que podrías creer, tu repertorio de posiciones sexuales no es lo único ni lo que más influye en que alcances el placer erótico. ¿Sabías […]
Contrario a lo que podrías creer, tu repertorio de posiciones sexuales no es lo único ni lo que más influye en que alcances el placer erótico. ¿Sabías que tu educación, tu cultura y los valores de tu sociedad podrían estar frenando tus orgasmos?
El contexto sociocultural en que nos desarrollamos interviene muchísimo en nuestra manera de disfrutar la sexualidad. Está claro que en nuestro país las cuestiones morales todavía juegan un papel muy importante en este sentido, pues aunque la virginidad es un concepto que está pasando de moda (afortunadamente), aun prevalece la creencia de que una mujer, en lo ideal, debe tener menos experiencia sexual que su pareja.
«Aun las mujeres jóvenes, con buen nivel académico y laboralmente productivas podrían no permitirse disfrutar una relación sexual con tal de no verse demasiado vividas o por no ofender al novio al tratar de guiarlo. Piensan que si proponen algo podrían ser juzgadas como fáciles», asegura el sexólogo Juan Carlos Acosta.
Y no sólo eso. Masturbarse sigue siendo un problema para muchas chicas con creencias religiosas arraigadas, quienes consideran que esta práctica perfectamente natural es un pecado y por lo tanto está prohibida. Lo malo de esto es que se vuelve muy difícil que una persona logre descubrir cuáles son los estímulos, las caricias y los sitios que le resultan más placenteros a nivel sexual, si antes no practica el autoerotismo.
¿Sin orgasmos? Culpa a tu educación…
La educación sexual que recibimos también es responsable de que el placer sexual llegue a ser un misterio para muchas de nosotras. De acuerdo con el sexólogo José de Jesús González «culturalmente somos una sociedad que reprime el sexo, en tanto el gozo libre de éste, y favorece la idea del amor como una forma sublime de la sexualidad».
Siguiendo esta premisa, es común que nuestros padres nos hablen de sexo vinculándolo siempre con el amor o con una relación estable, y prácticamente nunca en términos de erotismo. No sé la tuya, pero mi mamá nunca me dijo algo como «cuando estés con tu novio dile que te haga sexo oral porque se siente increíble», (sólo de escribirlo se me entumió la mano). En cambio me convenció de que mi primera vez sería mágica, romántica y perfecta, aunque en realidad fue un tanto decepcionante.
El sexólogo José de Jesús me aclara que México no está muy bien que digamos en términos de educación sexual. Tanto la enseñanza informal -impartida en el hogar, leída en Internet o aprendida de los amigos-, como la formal -que se brida en escuelas e instituciones de salud-, está plagada de inexactitudes y omisiones que se interponen, una vez más, entre el placer y nosotras.
La pornografía es un ejemplo muy bueno de esto porque es una fuente de información sexual bastante popular, pero que tiene poco de realista. Si nos compramos los modelos estereotipados del porno, vamos a creer que algo malo pasa con nosotras si no alcanzamos el orgasmo mediante la penetración o nos sentiremos frustradas porque nuestra pareja eyacula demasiado pronto.
«En la mayoría de los pacientes que van a mi consulta existe un fuerte desconocimiento sobre el sexo, sobre la penetración, la duración, la idea de que el hombre es el que debe dar el placer… Mucha gente tiene la creencia de que si él hace bien las cosas, ella tiene que disfrutar a fuerzas. Este tipo de visiones le quitan a la mujer el derecho a marcar la dirección de su placer», alerta el doctor José de Jesús.
En el plano de la educación formal, la información también es muy deficiente. Si tuviste suerte, en la escuela te instruyeron sobre métodos anticonceptivos, prevención de enfermedades venéreas y a los chicos quizá les mostraron cómo ponerse un condón, pero… ¿dónde está el clítoris? ¡Eso lo tenemos que averiguar por nuestra propia cuenta!
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