Hoy es el Día de la Mujer. Con ese pretexto, nos preguntamos —y te preguntamos—: Feminista, ¿ser o no ser? Mujeres y hombres somos diferentes: nuestros cuerpos […]
Hoy es el Día de la Mujer. Con ese pretexto, nos preguntamos —y te preguntamos—: Feminista, ¿ser o no ser?
Mujeres y hombres somos diferentes: nuestros cuerpos están ahí para recordárnoslo. Sin embargo, de la cintura hacia arriba tenemos las mismas capacidades: pensamos, amamos, construimos… somos personas. Entonces, ¿por qué ser mujer en el siglo XXI sigue siendo un reto? Por supuesto, hay miles de mujeres que han sobrepasado todos los desafíos y aparecen en nuestro imaginario como verdaderos role models. A ellas les estamos agradecidas porque son las que nos permitieron ser las mujeres empoderadas e independientes, exitosas y educadas que somos. ¿Todavía es necesario ser feminista?
Algunos preguntarán qué más queremos si como mujeres hoy en día podemos estudiar licenciaturas, maestrías y doctorados, si tenemos acceso a servicios de salud, votamos y hasta formamos parte de las altas esferas del gobierno y los corporativos. Resulta que los vericuetos de la desigualdad de género son más sutiles que eso y, por lo mismo, se esconden de nosotros. Basta comenzar con una pregunta simple: si constituimos alrededor del 50% de la población mundial, ¿cuántas ostentan un puesto de influencia a nivel mundial, tomando las decisiones que marcarán el futuro? ¿Cuántas CEO mexicanas están al frente de las empresas más importantes del país? ¿Cuántas presidentas hay en el mundo? Casi podrían contarse con los dedos de las manos. Vivimos en un país y en un mundo que es profundamente desigual, en especial con el género femenino… todavía.
Lejos de lo que en tiempos recientes se nos ha querido hacer creer, el feminismo no es el mero antagonismo del machismo ni busca la anulación de los hombres porque los odiamos. No, el feminismo busca defender la equidad entre hombres y mujeres en sus derechos, además de visibilizar todas las situaciones en donde ésta no existe. De ahí que no se limite a luchar por la remuneración equitativa de salarios, sino que también busca la desaparición de los estereotipos de género impuestos. ¿Qué es esto? La mentalidad de que las mujeres, por propensión natural, somos tiernas, bonitas, dulces y sumisas, mientras que los hombres deben ser siempre fuertes y nunca llorar. Hace unos meses, Emma Watson generó polémica al hablar frente a la ONU acerca del feminismo: «La equidad de género también es un asunto suyo [de los hombres]. Porque he visto cómo el rol de mi papá como padre es menos valorado por la sociedad, aunque su presencia en mi infancia haya sido tan importante como la de mi madre. He visto hombres jóvenes con enfermedades mentales incapaces de pedir ayuda por miedo a que eso los haga menos hombres. […] He visto hombres fragilizados e inseguros por una sensación distorsionada de lo que es el éxito masculino. Los hombres tampoco gozan de los beneficios de la equidad de género». Una faceta menos conocida que quemar sostenes sobre el feminismo, ¿cierto? Por eso nos ponemos de pie ante campañas como la de Moschino Barbie, que tiene como uno de sus protagonistas a un niño fashionista que juega con sus amigas y sus barbies. O la línea de juguetes Goldie Blox, que busca que las niñas se identifiquen con la ingeniería y las ciencias a través de enigmas y piezas armables.
Pensemos que, tan sólo por estar leyendo estas líneas, somos mujeres privilegiadas. Hemos asistido a la escuela, hemos sido libres de tomar nuestras propias decisiones y hemos alcanzado nuestras metas sin obstáculos absurdos basados en nuestra condición de mujeres. Y sin embargo aún hay mucho por hacer para alcanzar la equidad de género, incluso en nuestra posición. Ante este panorama, ¿estás dispuesta a repensar el feminismo?
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