Soluciones prácticas para enfrentar situaciones conflictivas con los niños. En la primera parte te hablamos de como enfrentar tres situaciones que causan conflicto en la relación padres […]
Soluciones prácticas para enfrentar situaciones conflictivas con los niños.
En la primera parte te hablamos de como enfrentar tres situaciones que causan conflicto en la relación padres e hijos. Ahora toca el turno de 3 situaciones más: Ordenar su cuarto, la hora del baño y la hora de dormir. Pon en práctica estas estrategias.
EL ORDEN
Juan tiene seis años y es hijo único. Cuando sus papás no tienen tiempo de jugar con él porque están ocupados, saca sus juguetes y los distribuye por todo el cuarto, de forma que resulta imposible poner un pie sin correr el riesgo de salir lastimado. Una vez concluida su misión, se entretiene plácidamente hasta que alguno de sus progenitores se asoma a la recámara y, antes de infartarse, le exige inmediatamente que recoja el tiradero. Juan no entiende: para él su mundo es perfecto, justo como acaba de «acomodarlo».
Su versión: Conforme crecen, los niños al sentirse solos, buscan llenar «el vacío» de su cuarto con juguetes, los distribuyen por todos lados para sentirse acompañados. La concepción del orden tiene que ver con su necesidad de tener sus objetos preferidos a la mano, por eso donde los padres ven un desastre, los niños pueden admirar un paraíso.
Estrategias:
La especialista recomienda que los niños elijan ciertos objetos de la decoración de su cuarto, como los contenedores de juguetes o de la ropa sucia. Un bote con forma de rana puede ser muy divertido si a la hora de guardar las cosas jugamos a que el animalito se come los juguetes.
Es importante que tu hijo entienda los beneficios que tiene para él ser ordenado, un ejemplo es mostrarle que si deja las cosas en un lugar, va a poderlas encontrar con mayor facilidad en el momento en el que las requiera. Explícale que el desorden trae dolores de cabeza y genera la aparición de animalitos, como las arañas.
LA HORA DEL BAÑO
Los legos de Alan están a punto de iniciar una misión fantástica. Acaban de subirse a las naves y van a despegar a otra galaxia… justo en ese momento escucha una voz terrorífica: «Ya veeeeeeente a bañaaaaaaaaar». Alan se queda paralizado por unos momentos, luego retoma su juego. «Te estoy esperaaaaaaaando». El niño comienza a lloriquear «No quiero, no estoy sucio».
Su versión: Para Alan, desvestirse, enfriarse y dejar de hacer un viaje intergaláctico no es muy agradable. Además de interrumpir su juego, es una evidencia de que el día se está terminando y que habrá que irse a la cama. La higiene está muy alejada de sus preocupaciones y no entiende porqué es necesario bañarse para «oler rico».
Estrategia:
La psicóloga recomienda que ésta actividad sea divertida, permitiendo que el niño se bañe con algún juguete. «De esta forma la ducha puede convertirse en otro espacio alternativo de juego». En cuanto al discurso, recomienda explicarle porqué es importante estar limpios para prevenir enfermedades. «Incluso se vale ser juguetona y decirle cosas como: a los niños no les gusta jugar con un amigo que le huele feo la cabeza porque no se bañó».
LA HORA DE DORMIR
En cuanto se acerca la noche, Sofía comienza a ponerse inquieta, saca sus juguetes, canta y en cuanto escucha que mamá va a sugerirle que es la hora de dormir, estalla en un berrinche y argumenta que no tiene sueño. A veces consigue permiso para ver un rato más la tele o que jueguen con ella, aunque la mayoría de las ocasiones termina durmiéndose entre sollozos.
Su versión: Para Sofía dormir es un tiempo muerto en el que se pierde la grandiosa oportunidad de jugar, para mamá es un momento estresante en el que desea que ambas puedan descansar.
Estrategia: Los hábitos de sueño se aprenden durante los primeros años de vida y para ello es necesario establecer rutinas predecibles como empezar a bajarles las revoluciones, proponer juegos relajantes, bañarlos con agua calientita, cenar, leerles un cuento y llevarlos a la cama.
Establece un horario que te quede cómodo y que le permita completar las horas de sueño requeridas de acuerdo a su edad. Entre los tres y los siete años son comunes los terrores nocturnos, en ese caso es necesario escuchar a que le tienen miedo y enseñarles que en el cuarto no existen seres terroríficos.
Con información de Revista Fernanda, colaboradora Clara Sánchez
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