A veces hay que vivir el dolor para volver a encontrar la dicha.
Una de las experiencias más difíciles y dolorosas por las que todas atravesamos es vivir una separación amorosa. Sin embargo, el sentimiento es mucho más duro y penoso cuando aquel al que amamos sigue vivo y no podemos hacer nada para recuperarlo. Ya lo decía Igor Caruso en La Separación de los Amantes, perder al amado equivale casi a una pequeña muerte.
Y esta pequeña muerte se ve acompañada por una serie de cuestionamientos y de culpas y en nuestra desesperación nos preguntamos incesantemente ¿por qué a mí? Al no encontrar respuestas, la frustración se vuelve más grande y dolorosa porque, aunque te suene exagerado, estudiar la separación amorosa significa analizar la presencia de la muerte en nuestra vida.
Separarse del amado es terrible de soportar, no importa que todo el mundo nos diga que no nos convenía, que somos mucho mejores que él, que no nos preocupemos porque el dolor pasará y el destino nos tendrá deparado a alguien mejor; puede bajar Cristo de la cruz y nuestro sufrimiento será el mismo y nuestra capacidad para comprender la realidad, nula.
Estas separaciones dolorosas son tan frecuentes que me atrevo a decir que el 80% de mis pacientes acuden a terapia por haber roto con la pareja y también he aprendido que es inútil pretender ayudar acompañando al paciente con ideas racionales, con consejos “útiles”, o con promesas de que todo lo verá diferente y hasta se reirá de haber invertido tanto tiempo en todo ese sufrimiento.
Las cosas no son así, cada ser humano es único e irrepetible, no se pueden generalizar este tipo de emociones, cada persona lo vive de acuerdo con su experiencia, sus creencias, sus valores, su cultura, su historia personal. Además, no nos podemos olvidar de que cada quien tiene un temperamento diferente que también coadyuva a entrar en la desesperación o a tomar todo con un poco más de calma.
Así que hoy comprendo que cuando una mujer llega a terapia con este dolor, lo mejor que puedo hacer es tratar de acercarme lo más que pueda a su experiencia, demostrarle que estoy aquí para ella, preguntarle qué siente, cómo lo vive, qué espera, qué quiere y cómo cree ella que la puedo ayudar, o si lo cree…
Por lo tanto, queridas mujeres, no tengo ni sugerencias ni consejos, solo decirles que si se encuentran en esta situación, se arriesguen a vivirla con todo el dolor que les esté causando, transiten la angustia, traten de darse cuenta cómo la viven y cómo la sienten. A veces hay que vivir el dolor para volver a encontrar la dicha.
Aunque parezca increíble, este dolor y esta desesperación que puedes estar sintiendo por haber roto con tu pareja te dará muchas más armas en la vida y te ayudará a darte cuenta de quién eres, de lo que ya no quieres y de lo que no vas a volver a permitir; así sabrás actuar de mejor manera en un futuro cercano.
Solo te puedo invitar a que no entres en la desesperación, respira y después vuelve a respirar hasta que tu cuerpo pueda entrar de nuevo en calma. Si tienes la oportunidad de hacer yoga, sería maravilloso.
También me atrevo a sugerirte que te cuides y no te lastimes, recuerda que un clavo no saca a otro clavo y aunque tengas los mayores deseos de sustituir tu pérdida a la brevedad, los sentimientos no se modifican tan rápido, así que date tu tiempo, sal, diviértete, platica, baila, pero no te involucres de nuevo hasta que sientas que tu corazón está sanado. Y si por ahí de pronto aparece también el sentimiento de culpa, dale una patada, que la culpa no sirve para nada y permitirte sentirla sólo complica los sentimientos.
Pero sobre todo, trata de pensar en que ningún dolor es eterno y que el día menos pensado, volverás a sonreír. Hoy quizá veas las cosas negras pero no te olvides de que mañana sale el sol y junto con él una nueva esperanza.