Uno de los temas recurrentes de mis pacientes mujeres dentro del consultorio, es el de la pareja. Veo con tristeza que son pocas las que de verdad […]
Uno de los temas recurrentes de mis pacientes mujeres dentro del consultorio, es el de la pareja. Veo con tristeza que son pocas las que de verdad tienen una relación satisfactoria, equitativa, plena, pero más tristeza me da el darme cuenta de cómo se mantienen ahí, sobreviviendo, aguantando, con tal de no tomar la decisión de separarse.
El problema empieza con pensar que la relación de pareja es una simple estructura de vida en común. Detente un poco, quizá no has pensado nunca que justo debajo de la superficie hay todo un mundo de pensamientos, imágenes y recuerdos que con frecuencia confiere una poderosa carga emocional a las más sencillas interacciones.
Es decir, la imagen que nos hemos formado de la otra persona difícilmente concuerda con lo que realmente es y cuando nos damos cuenta de esta discrepancia comienzan los intentos de cambio del otro para que realmente conforme la imagen que de él o ella tenemos. Podemos seguir varios caminos para conseguir este cambio. Pero si nuestros intentos implican, prioritariamente, confrontación mutua y lucha, aunque ganáramos estaríamos perdidas.
Lo importante para el mantenimiento de la relación, no es tanto que exista conflicto o no, ni siquiera en cuántas cosas estamos de acuerdo sino en cuántas estamos en desacuerdo y cómo manejamos dicho conflicto.
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Si a pesar del enfrentamiento, de pensar de manera diferente, somos capaces de llegar a acuerdos que nos permitan actuar de manera conjunta, estaremos salvados. Y ello no sólo porque nos permitirá resolver los conflictos, los problemas pendientes, sino porque potenciará nuestro sentido de unión de ser equipo. Esta satisfacción de constatar que, aunque se presenten dificultades, somos capaces, conjuntamente de resolverlas, aumenta nuestra autoestima y confianza en el futuro.
El problema viene que desde pequeñas se nos enseñó que conflicto es igual a separación, a pérdida, a caos, cuando es todo lo contrario: podemos superar las contradicciones y dificultades en el vivir a través de enfrentarlas y aceptarlas en vez de tratar de eliminarlas.
Y es que la existencia es una tensión entre polos. Es necesario conocer la tristeza y el dolor para acceder a la alegría y el gozo.
Así que no temas al conflicto, no evites hablar con tu pareja con tal de no discutir, trata de exponer tus puntos de vista y escucha los de él, lleguen a acuerdos, hagan los cambios que deban hacer en pro de la relación. El conflicto no es letal, es una posibilidad de crecimiento.
Recuerda que el sueño del matrimonio perfecto es por completo irreal. Toda relación continuada deber ser replanteada incesantemente.
Emprender un proyecto de pareja implica por un lado crear un espacio en el que vivirás con el otro las experiencias más dulces, íntimas, apasionadas, profundas y plenas y por otro, descubrirás un escenario no previsto, un territorio de guerra intrínseco a la pareja que se genera por sí mismo, y en el cual se libran las batallas más sangrientas que podamos imaginar. En este escenario se ubican las causas de la severa crisis en la que se encuentra la relación de pareja en la actualidad en la mayor parte de las sociedades del mundo.
Es necesario asumir que lo que nos impulsa a construir un proyecto de pareja no debe ser la intención de usarlo para encontrar nuestra felicidad o para que nos resuelva la vida, sino para compartir nuestro capital emocional y afectivo con el otro.
Así que te invito a hacer una reflexión profunda de tu vida en pareja. Recuerda que amar es dejar que aquellos que queremos sean ellos mismos, y en no tratar de moldearlos a nuestra propia imagen porque entonces sólo amaremos el reflejo de nosotros mismos en ellos.
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