Las novias del 2020 también la estamos pasando mal.
No, no es algo que nosotras escogimos, tampoco significa que seamos impulsivas, ni que olvidamos pensar en la salud de nuestros familiares y amigos. Queridos invitados… no tiene nada que ver con ustedes.
Cuando llego esta pandemia, ninguna de nosotras sabía la magnitud con la que golpearía al mundo entero y créanme, jamás creímos vivirla en carne propia. En un mundo lleno de tristeza, pérdida, miedo, nos encontramos todas las novias cansadas, desesperadas y enojadas, con miedo a ser juzgadas y sin desahogar nuestros sentimientos; porque claro, somos afortunadas de sólo tener que preocuparnos por cambiar la fecha más importante de nuestra vida, y al final, cuando esto termine “vendrá con más ilusión” (créanme, es lo que intentamos repetirnos diario).
Imaginen que además de pasar por la ansiedad por la que todo el mundo está pasando, por la misma confusión de entender esta nueva normalidad, las novias del 2020 tenemos que sumar al vaso de agua todos esos planes pospuestos, esos papeles del registro civil detenidos, esos vestidos guardados, esas aduanas cerradas, esos gastos perdidos, esa ilusión que poco a poco se desvanece.
Imaginen que a muchas novias, antes del 21 de marzo les tocó escuchar felicitaciones por parte de sus invitados: «estamos felices por ustedes»,“qué increíble”, “me urge tu boda”, “el mejor momento por fin”. Ahora, a nosotras nos tocan los comentarios provenientes desde encierros saturados de miedo, angustia y desesperación: “qué bueno que la cancelaste”, “ojalá sí la libres”, «no va a ir nadie», «hay que adaptarse», “estoy preocupado por ti”. Créanme, nosotras también estamos preocupadas, estamos preocupadas desde que llegó la pandemia a China, y nos sentimos diariamente culpables de no poder controlar una situación que deberíamos de poder controlar. Estamos haciendo lo mejor que podemos y escuchar tu preocupación no nos hace sentir mejor.
En vez de pensar en las invitaciones, las mesas de regalo, las flores y el banquete, pensamos en cómo hacer el evento más seguro, en cómo separar las tarimas, en desinvitar a nuestros seres más queridos, en asignar vasos y copas, en agregar botes de gel antibacterial. Pensamos en ajustar nuestros peinados para agregar un cubre bocas, en cómo sobrellevar este día sin besos ni abrazos.
Estamos aquí, desvelándonos entre culpas e incertidumbre; entre gastos y una crisis mundial, preocupándonos por nuestros invitados más que por nosotras mismas. Somos conscientes de cada uno de las formas de contagio posibles y de los riesgos letales que conlleva un evento lleno de amor, lo sabemos. Muchas bodas también han perdido la batalla contra el COVID-19, y muchas otras se han convertido en ríos y ríos de angustia, en lugar de ser mares de ilusión.
Sabemos la gravedad de la situación, pero por favor, deja de pedirnos que cancelemos de nuevo nuestra boda, que esperemos un poco más. Por favor, si tomamos una decisión que no empata con la tuya, no nos juzgues, no asumas que somos egoístas o irresponsables. Muchas de nosotras no tenemos tantas opciones como crees; muchas perdimos dinero invertido en vuelos, fotógrafos, jardines, reservaciones, y pedimos nuestro trabajo también. Ninguna corre con la suerte de sentirse bien con esta situación. Ninguna. Por favor sé empático, y si nuestra boda llega en un momento “inoportuno» para ti, solo piensa en lo inoportuna que fue la llegada de esta pandemia a nuestras vidas.
Estamos cansadas, desesperadas y tristes. El comentario más alentador hoy en día es escuchar un «no depende de ti y apoyo tu decisión», porque de verdad estamos haciendo lo mejor que podemos para que ese día vuelva a ser tan esperado como lo era antes.
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